Mucho antes de que los actuales continentes existieran como tal y de que el hombre descubriera la agricultura para mantenerse, los seres humanos carecían de residencia fija y viajaban en grupos de un lugar a otro con un único objetivo: sobrevivir. Nacieron así los primeros nómadas, cuya organización social predominó hasta la llegada del sedentarismo.
Estos pueblos errantes no vivían en un territorio estable de forma permanente, sino que necesitaban moverse de un punto a otro para conseguir alimento. El tiempo que habitaban un lugar dependía de los recursos que cada área ponía a su disposición. Es decir, cuando estos se acababan, emprendían una nueva travesía hacia un rincón donde poder comer. Por ello, el nomadismo es la forma más antigua de subsistencia y, por supuesto, desarrollo humano.
Además de no contar con residencia fija, los primeros nómadas reunían otras características que les definían como tal. Hablamos, por ejemplo, de sus estructuras sociales en tribus capitaneadas por un patriarca que, por norma general, era un anciano muy admirado por el resto del clan, pero también de su increíble respeto por el medioambiente, visto por ellos como un regalo de la naturaleza para subsistir.
Su vida, además, estaba cargada de valores culturales, musicales y artísticos, transmitidos de unos a otros por tradición oral. Este es el motivo que dificulta conocer la historia de los primeros nómadas, pues no hay nada escrito al respecto que permita saber cómo vivían o qué hacían; la escritura aparece con el sedentarismo. La arqueología, por tanto, ha sido la ciencia que ha posibilitado averiguar las características de estos pueblos itinerantes.
La llegada de la agricultura y la preocupación por el desarrollo de la sociedad hicieron que el hombre comenzara a estacionarse en lugares fijos, ya que no necesitaba moverse para encontrar el alimento que él mismo podía cultivar ahora. Los nómadas fueron desapareciendo al tiempo que el sedentarismo se instauró como principal forma de organización social. A pesar de ello, los pueblos errantes no dejaron de existir y, de hecho, 40 millones de personas en el mundo viven, hoy día, sin residencia permanente viajando de un lugar a otro para sobrevivir.
Tipos de nómadas
Los primeros nómadas, como ya hemos explicado antes, se desplazaban con el único objetivo de poder comer. Sin embargo, existían distintos tipos entre los primeros emigrantes que habitaron la Tierra:
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Cazadores-recolectores: la meta de su trayecto era la caza de animales y comestibles naturales.
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Pastores de ganado: ellos disponían de un rebaño de animales y, por consiguiente, las travesías se iniciaban con el fin de alimentarlos para, más tarde, poder comer ellos mismos.
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Viajeros: los suministros que poseían otras comunidades eran el objetivo que perseguían estos nómadas para alimentarse.
Los nómadas en la actualidad
Sí, todavía hay tribus nómadas en nuestro planeta, a pesar de que la existencia de algunos de estos clanes está amenazada y, en muchos casos, condenada a la desaparición. Los conflictos armados, la imposición del sedentarismo como condición necesaria para el desarrollo y la explotación de los recursos naturales son las principales causas que desafían su continuidad. Algunos, no obstante, se resisten y permanecen en lugares de África, Asia, Latinoamérica e, incluso, Europa.
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Awás de Brasil. La tribu, según dicen, más amenazada de la Tierra. Sus poco más de 300 habitantes recolectores-cazadores viven de aquello que la selva amazónica brasileña pone a su disposición. La tala indiscriminada de árboles, su alimento básico, es la razón que hace peligrar su existencia. Curiosamente, adoptan animales salvajes como mascota, sin privarles, eso sí, de su libertad.
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Tuareg. Conocidos como ‘los hombres azules del desierto’ por el velo que lucen para protegerse del sol, los tuareg son una población nómada de casi medio millón de personas que habita entre Argelia, Marruecos, Libia, Mali, Níger y Burkina Faso. Se caracterizan por su organización social muy jerarquizada en tres estamentos y por emplear tiendas de piel de cabra curtida para cobijarse en sus paradas. Su peculiaridad es que han desarrollado una escritura propia, el tifnagh.
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Koryaks y chukchis. La zona delimitada por el mar de Bering y el de Chukchi, en Siberia oriental, es el lugar donde residen estas dos poblaciones itinerantes, rodeadas de frío, nieve y tundra. Ambos clanes, emparentados históricamente, se dedican al pastoreo de renos, la pesca, la caza y, cuando las condiciones climatológicas lo permiten, la agricultura. Además, los chukchis, por su parte y como singularidad, son protagonistas de muchos chistes rusos.
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Penan. Son un grupo de casi 10.000 cazadores-recolectores que habitan las selvas de Sarawak, ubicadas en la Isla de Borneo. Estos nómadas dependen del cerdo salvaje y la palma de sago, aprecian los jabalíes y son conocidos por sus jabalinas silenciosas y dardos envenenados para la caza.
Los nómadas y el camping
No tener una residencia fija no es sinónimo de carecer de una casa donde poder dormir en las cortas estancias que los primeros nómadas hacían en cada lugar. Ellos disponían de pequeñas tiendas hechas con pieles de animales y fáciles de transportar, construían yurtas con los materiales que les ofrecía la naturaleza o se las ingeniaban para crear viviendas con palos y grandes hojas caídas de los árboles.
La tela es, hoy en día, el único elemento que diferencia las tiendas que se encuentran en los campings de las que elaboraban los pueblos itinerantes. Por ello, ir de camping en camping tiene mucho parecido con la vida de los nómadas. Nos movemos de un resort a otro buscando nuevas experiencias con nuestra familia (por suerte, nosotros tenemos alimento) y, además, viajamos a lugares donde el contacto directo con la naturaleza y el respeto por ella es una máxima inquebrantable, igual que lo era para aquellos emigrantes.
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